Dos y dos son cuatro

Temas acerca de todo lo inentendible y lo entendible

luisatounamuna

viernes, mayo 26, 2006

REFLEXIÓN 3

No dejo de pensar en la ética de los comportamientos sociopolíticos. Si no son éticos los genocidios, ¿son de recibo los savapatrias? ¿los salva infieles (Santiago matamoros)?
Me solivianta la muerte gratuita e injusta ligada al asumir una ideología o creencia (política, religiosa, de clan deportivo o grupo musical).
Ningún poder omnímodo (todos exaltando retóricamente la vida) ha renunciado a matar para medrar (las Cruzadas,la Inquisición, la Revolución Francesa, la Revolución rusa de 1917...).
En su fondo político-ideológico ¿es Batasuna de extrema izquierda o de extrema derecha?
¿Fue ética la guerra de Irak (ir por lana -petróleo- y salir trasquilados)?
¿Para cuándo voy a dejar el análisis riguroso de los acontecimientos que correlacionan la venganza de los islamitas (cuando las matanzas de Atocha) con los comicios del 14M de 2004 y sus insólitas consecuencias?

jueves, mayo 25, 2006

ALDEANISMO COMUNITARIO

Ya antes de su moderado Estatuto, me indignaba la sospechosa frecuencia con que eran excluidos de las listas de aprobados los aspirantes no levantinos en las Oposiciones a Funcionarios de Enseñanza Media de la Comunidad Autónoma Valenciana.
Ramplonería por ramplonería, valga lo de primar a los "de casa". Pero me cuesta entender la endogamia suicida que, en favor de los mediocres allí nacidos, desprecia (en los casos en que inequívocamente es así) la capacidad de quienes desean, viniendo de otras tierras, intergrarse en las provincias de levante. Aunque allí sí que en el pecado llevan la penitencia: con ese aldeanismo regional (un aldeanismo miope que está en el polo opuesto del espíritu de universalidad a que aspira Europa) algunas comunidades difícilmente pasaran de ser "de segunda".

martes, mayo 23, 2006

ESTRUCTURALISMO

Advirtiendo que lo hago desde mi nivel de incompetencia, puedo aventurarme a reflexionar sobre el estructuralismo como panacea-martingala aplicable a distintos campos del saber; y, entre ellos, al lenguaje como vehículo de intercomunicación. Por supuesto, es en arquitectura y en las distintas ramas de la ingeniería industrial, donde el papel que la estructura juega en sus construcciones es especialmente relevante. La configuración exterior de entes diversos (su pura apariencia formal) está soportada por una trama estructural básica. Tampoco resulta tan difícil entender que un todo está integrado por partes o elementos; y que en el modo o manera de interrelacionarse esos elementos básicos reside la esencia de la estructura. Si se acepta (como mantienen algunos) que en la estructura está la clave de la realidad de las cosas (seres, objetos o entes conceptuales) se podrá estar de acuerdo en que, para alcanzar la perfección de su conocimiento, lo mejor es liberar esa estructura de la envoltura formal que la solapa; e indagarla en su fondo rompiendo las conexiones de los elementos que integran el todo. En una palabra, deconstruyendo ese todo. (Tal es el modo de actuar del estructuralismo)
En el ejemplo concreto de una obra arquitectónica construída, si no se tienen los planos delante, sólo se podrán indagar los entresijos de su estructura desnudándola de parafernalia; o, lo que es lo mismo, deconstruyendo el edificio. No se puede separar el concepto de estructuralismo del de descomposición o desintegración analítica que supone la deconstrucción. Los arquitectos e ingenieros geniales crean sus obras sobre la base de asociar, componer o solidarizar elementos en un proceder sintético. Y mira tú que vienen los estructuralistas (no se sabe bien con que fin) a decirnos que el secreto de todos los saberes está en la deconstrucción. ¡Pues qué bien!
Hablando siempre desde mi nivel de incompetencia, entiendo que el estructuralismo lingüístico es como un cuento de ciencia-ficción de cuyo prólogo son protagonistas dos argelinos estudiosos (Louis Althusser y Jackes Derrida), un historiador inglés (John Lewis) y el conocido lingüista Ferdinand de Saussure. [Y he de reconocer que casi todo lo poco que sé de este cuento se lo debo al pirateo de las enseñanzas de Francesc Arroyo en un artículo de EL PAIS de no recuerdo cuando (aunque yo lo interpreto y redacto a mi aire)] Fuese como fuese, en los primeros años de la década de los sesenta, las proverbiales peleas dialécticas entre Althusser y Jhon Lewis hicieron que éste formulara su famosa frase:”La historia es un proceso sin sujeto ni fines”. Una declaración que, puede decirse, es la madre del cordero del estructuralismo como teoría del lenguaje. O, por precisar más, de una modalidad de lenguaje cuya conclusión final es la "negación del sujeto en la estructura sintáctica". Aunque hubo que esperar algún tiempo hasta que Saussurre propusiera explícitamente la teoría en su Curso de lingüística general [paradójica y sorprendentemente “un libro sin autor” en cuanto a que fue redactado sobre la base de los apuntes que tomaron al profesor sus discípulos] Y no fue sino al final de la década de los sesenta (concretamente en mayo de 1968 -punto de partida de la postmodernidad-) cuando Derrida pormenorizó la teoría del "lenguaje sin sujeto" a la que calificó de estructuralismo.
Pero ocurre que la deconstrucción estructuralista conduce inevitablemente a su acercamiento a dos campos, entre sí incasables, cuyo destino final es igualmente deletéreo: la esquizofrenia y la abstracción. Como el lenguaje del arte abstracto, el estructuralista termina siendo arreferencial; o, en otras palabras, no significativo, babélico, caótico…; esquizoide hasta el punto de hacerse inentendible y, por lo tanto, de perder su función primordial como herramienta intercomunicadora. La deconstrucción sintáctica lleva al fracaso de la comprensión textual. [No pasa aquí lo que con la abstracción matemática , cuando el paso de la aritmética al álgebra, en lo que tiene de generalizador, es enormemente positivo. Se parece más a lo que ocurre con el arte abstracto]
El lenguaje (cualquier tipo de lenguaje) es ya en sí un recurso expresivo codificado; una artimaña cuyo entendimiento es sólo posible si se conocen sus códigos significativos. En todo sintagma, cada una de las teselas que configuran la estructura juega su propio y genuino papel. Empezando por el sujeto (aunque sea elíptico). No hay estructura lingüística sin teselas. Si, al deconstruír, se omiten en un relato elementos primordiales (dejando la estructura al desnudo) ocurre lo que con la poesía abstracta: que no la entiende ni el autor de los versos.
[Un más reciente y argumentado punto de vista sobre la cuestión se puede encontrar en la obra Imposturas intelectuales, de Alan Sokal y Jean Bricmon, Paidos 1999; información que tengo que agradecer a mi hijo Enrique, filólogo versado, que acostumbra a aconsejar desde su nivel de competencia]

lunes, mayo 22, 2006

ACLARACIÓN

No por otra razón que el estarme cayendo de viejo [si lo demoran más no sé que hubiera sido] la revista colegial SALAMANCA MÉDICA me hizo la entrevista que reproduzco. Y, lo hago, no por presunción, sino para que los posibles visitadores de este blog no se llamen a engaño acerca de quien se solapa tras el pretencioso título de GNOMÓNICO. Ahí va:

"Bohemio, soñador, curioso por saber, anárquico, quijote, librepensador..., ¿cuál es tu mejor definición?
Acepto todos esos calificativos, pero pienso que aún falta alguno.

Esa pasión por Unamuno, ¿qué ha tenido que ver en tu vida?
Mi pasión por Unamuno (no diría yo tanto) fue anterior a mi matrimonio con su nieta; y ha sido uno de los estímulos que han espoleado mi toma de postura frente a muchas injusticias. De hecho, la lectura de La vida de Don Quijote y Sancho fue en mis años jóvenes mi libro de cabecera.

¿Cuál es el porqué de tu preocupación por la injusticia?
Nadie conoce el porqué de sus inclinaciones. Creo que eso es algo innato. Soy, de hecho, bastante determinista y, lo quiera o no, me preocupan esos aspectos; como a otros les preocupa Ronaldihno, Kate Moss o el golf.

¿En qué medida has conseguido reducir esas injusticias? A pesar de todo lo que intento, obviamente en una medida muy parca; porque aunque hubiera donado todo cuanto tengo y hubiese consumido mi vida dándome a los demás en un país del cuarto mundo, esa entrega hubiera sido una molécula ante las necesidades que plantea el desigual reparto de prebendas.

¿Sentirte un privilegiado te ha traído por la calle de la amargura?
No lo sabes tú bien. Tal ha sido la causa de mi pensamiento político y de mi entibiamiento religioso.

Tras esa apariencia desaliñada, ¿quién se esconde?
Yo mismo. O sea, Luis Santos Gutiérrez en su mismidad. Una persona como otra cualquiera.

La barba, ¿es signo de algo?
Cuando era mozo y me hacían esa pregunta siempre respondía: “me la dejo, porque se la dejaron tres personajes que han dejado en mí honda huella, Jesucristo, don Carlos Marx y don Miguel de Unamuno”. Y cuando ahora, ya de vuelta de muchas cosas, me dicen que por qué no me la afeito (que parecería más joven) contesto: “No, coño, que se me verían los papos”.

Dices que nunca llevaste corbata, que siempre estuviste al lado de alumnos y bedeles, alejado de formalismos universitarios…, ¿fuiste siempre un rebelde?
Sí, siempre fui un rebelde. Un rebelde raro (por no decir pintoresco), anárquico, que usaba bata de ayudante (abierta atrás) y no de profesor (abierta por delante y con solapas), iba a los sitios en moto e intimaba con el personal de servicios. No sé si todavía ahora, pero en el siglo pasado, el día de San Pedro (patrono de los porteros y similares), los conserjes, bedeles y limpiadoras de la Facultad de Medicina celebraban una comilona en figón de “El mosquito” (en las afueras de San Bernardo). Y ¿Quién te parece a ti que era el único profesor invitado…? Pues, el rebelde.
En cuanto a lo de la corbata, es cierto; pero sin fundamentalismos. Si la ocasión lo requiere, me pongo no solo la corbata sino lo que haga falta; el resto de mis abalorios (“lo bueno”, vamos) y salgo hecho un pincel.


¿Tu filosofía de vida?
Estaría en el superar la ecuación cristiana de “al prójimo como a ti mismo”. El desideratum, incumplible, sería “al prójimo más que a ti mismo”. Pero ocurre que una cosa es predicar y otra dar trigo. Los principios que rigen los comportamientos de una vida honesta son universales y referirse a ellos puntualmente sería relatar una sarta de tópicos. Mis hijos, como los hijos de cualquiera, pensaban que mi machaconería insistiendo en que había que “hincarla” para llegar a ser gente de provecho era una cosa que se me había ocurrido a mí. Que eran “mis esquemas”. De que pensar así era una estupidez mayúscula se percatan ahora que (habiendo seguido, algunos a regañadientes, mis consejos) tienen su trabajo y sus propios hijos. Todos son funcionarios y ninguno drogadicto (creo). En estos tiempos, parece un milagro. Y eso es lo que me hace preguntarme: ¿a ver si va a ser verdad que hay Dios?... [Aunque me entristece pensar en los que no gozan de ese privilegio]

Con 83 años, ¿qué queda de aquel joven tan inquieto en todos los sentidos?
Queda todo. Más que todo, diría. Porque ahora soy millonario en recuerdos. Acabo de renovar el carné de conducir y todavía se me alegra la pajarilla al adelantar a algún manazas. Naturalmente, tengo menos energía física. Y nada de la química. Algo de memoria he perdido y no soy tan lúcido en mis juicios, como hace años.

Tu beligerancia llevada al plano político, ¿en qué se traduce?
No sé si sabes lo que significa beligerancia (participación en una lucha). Yo no soy beligerante, porque odio la violencia. Como ser humano tengo mucho de conservador; y el conservadurismo tiene, también, sus cosas buenas. Pero, ideológicamente estoy atrapado por la causa de la izquierda, que me parece que es la que se acerca más a las parábolas del Jesusito de mi vida de cuando era niño. Y hablo de Jesucristo, no de la Iglesia y su organización jerárquica; tan escandalizadora, con la Rota y esos sacacuartos abominables.

Para matizar, cuando hablaba de beligerancia me refería a ese inconformismo, a esa búsqueda constante de respuestas que se desprende de tu persona. Pero veo que en política lo tienes claro. No insistiré.

¿Y en el plano religioso o de las creencias?
Cuando eres niño y no tienes la personalidad formada te lo crees todo. Al llegar a la juventud lo crees con fe de carbonero, es decir, una fe de asentimiento (una fe que no depende de ti, que te es dada, que es gracia), que no responde a una creencia racional. Si la pierdes, es Dios el que te la quita. [Tal vez porque no te la mereces] Hasta la Iglesia, a pasos nanométricos, se va desdiciendo de algunos de sus principios. Juan Pablo II ponía ya al infierno en tela de juicio. Y ha perdido perdón a Galileo. ¿Cómo no iba a claudicar yo, un rebelde? A mí me pasa un poco lo que al cura de San Manuel Bueno Mártir. Pero, pensando en la sabia articulación del Universo, me resisto a prescindir del teísmo. Necesito esa atadura. Entre otras cosas porque cada individuo, en el fondo, sigue los dictados de la religión que le tocó vivir. Y, de las monoteístas, todos creen que la suya es la cierta. Tal vez una solución (siempre un inconsistente recurso) sea el panteísmo: un único Dios que se identifica con un único, maravilloso, Universo. Si te miro a los ojos, si miro a los ojos de cualquiera, estoy viendo una partícula de Dios. Los muchos años de convivencia con una religión improntan profundamente. Yo ahora mantengo que no creo ni en el permanganato de potasa, pero cuando me dio el infarto lo primero que hice fue rezar el Señor Mío Jesucristo.

El gusanillo de la representación política, ¿te ha tentado alguna vez?
Nunca. Jamás milité en ningún partido. Pero, coherente con mi ideología, desparramo mi acción política, más o menos claramente expuesta, en mis artículos. Intentando argumentar y evitando los insultos. Con ello no hago sino seguir mi vocación profesoral. Estoy seguro de que puedo hacer más sembrando ideas que entrando en el aborrecible juego de las politiquerías al que unos y otros me han querido llevar. Debo de parecer extraño. Porque en una ciudad tan eclesial, tan pontifical, tan convencional en su conservadurismo de libro yo soy una rara avis. Pero creo que soy coherente y, por lo mismo, de fiar.

¿Y qué hay del arte?
No hay, habría para escribir un libro. El dibujo fue mi primer juego. En mi acercarme a la Arquitectura (que intenté) el interés por el arte fue una obligación. Lo estudié concienzudamente todo. Y al llegar al arte contemporáneo, algo no me cuadraba. Y reaccioné con una burla: haciendo y exponiendo mis propias obras, mis propios “bodrios”; que a mí me divertían, a la mayoría de los sensatos les parecía lo que eran, pura bazofia; y hasta había a quien le gustaban. Pero la burla me atrapó. Y me hizo entender que no todo en el arte contemporáneo es superchería.

Un profundo estudioso de la anatomía humana como tu, ¿puedes decir que conoces al hombre?
La pregunta no es correcta. El hombre se integra en sus dos componentes, cuerpo y espíritu. Porque puedo presumir, presumo de conocer el cuerpo humano con bastante precisión. La mente humana , en cambio, es tan compleja que nadie puede presumir de conocerla a fondo.

¿La humanidad de hoy qué sensaciones te causa?
Contestaré con un manido tópico: nihil novum sub sole. La actual naturaleza humana es como la de siempre, uniforme. Ha planteado en cada época los mismos problemas y requerido, a lo largo de los siglos, las mismas soluciones. Quisiera estar lejos del catastrofismo que la ligereza y puerilidad de los políticos conservadores de hoy hacen presagiar. Que se tranquilicen; a ellos no les será difícil, seguros como están de que Dios, que se ocupa de los pajarillos, no permitirá injusticias. Si ellos claudican en la esperanza, poco confían en Dios.

¿Por qué te resistes a dejar de pensar?
Nunca dejo de pensar. Y soy de los que creen (en contra de lo que piensan otros) que hay pocas cosas tan gratificantes como dar rienda suelta a esa inefable manía de pensar.

La Medicina, ¿ha contribuido en algo a la formación de ese carácter tan particular?

En absoluto. Yo, fiel a mi mismo, no he dejado de tocar con pasión mis violines de Ingres al margen de la medicina. De hecho, siempre he dicho convencido a quien me ha querido oír que lo que en realidad soy es ingeniero industrial, filólogo, matemático frustrado o enredador. En los últimos años escribo cosas. Y que ejercí la medicina como recurso fácil para sacar adelante a mi numerosa prole.




¿Cómo has entendido la Medicina?

Como una profesión especialmente noble, riesgosa (sobre todo para los clientes), agobiante y dura, que ejerces teniendo en tus manos algo tan serio como la salud, la enfermedad, la vida y la muerte de tus semejantes. Una servidumbre y una grandeza sin parangón entre las actividades humanas. Un oficio en el que las satisfacciones que proporciona compensan las inquietudes que conlleva.

Tu faceta asistencial, menos conocida, ¿qué satisfacciones te proporcionó?
Nada de menos conocida. Abiertamente conocida por lo gris e irrelevante. Como cirujano, como traumatólogo y como internista (poseo los tres títulos) pasé (en los años que ejercí) desapercibido. Lejos del prestigio de mis compañeros, los primeros espadas. Tenía que ser así. Porque el que mucho abarca, poco aprieta. Aunque eso no quiere decir que hiciera las cosas mal (alguna haría). Hacía menos cosas. No era un cirujanazo. Ni arriesgaba (y sobre todo, no arriesgaba la vida o la integridad de mis pacientes) aventurándome en intervenciones que no dominaba. Como maniático perfeccionista, era muy consciente de mis limitaciones. De aquí que lo que hacía, lo hacía con primor. Por eso, he podido disfrutar de la placentera emoción de salvar vidas, sanar enfermos y dejar como para enseñar a accidentados que llegaban a mí hechos una pena. Trabajé muchísimo y en muchos sitios.

¿Por ejemplo?


En el primer ambulatorio del Seguro Obligatorio de Enfermedad de la calle de Pollo Martín; en el Sanatorio del 18 de Julio; en todos los Sanatorios privados de Salamanca empezando por el de mi padre con quien inicié mi formación quirúrgica; en el hospitalillo del Dispensario de la Cruz Roja; en la Residencia-Ambulatorio Virgen de la Vega; en el antiguo Hospital Provincial; en el nuevo Hospital Universitario; en la Escuela de Enfermería; y en la vieja Casa de Socorro de la Avenida de Mirat cuya plaza gané en la misma Oposición que los entonces más “listos” de la ciudad ( Jesús Sánchez Bautista, Dámaso Sánchez Vega, Pepe Porras, Fito Núñez, José Mª Beltrán de Heredia -ya desaparecidos- Rafael Sastre y Vicente Moreno de Vega). Tengo muy buenos recuerdos de aquellos agotadores y lejanos tiempos del pluriempleo en los parecía que tuviese el don de la ubicuidad.

¿Por qué crees que tus clases han dejado un recuerdo agradable en prácticamente todos los alumnos que pasaron por ellas?

Eso son ellos lo que deben decirlo. Me imagino que algo ayudó el que yo era lo que ahora llaman “un tío enrrollao”. Desdramatizaba un peñazo como es la Anatomía. Me gustaba bajar de la tarima y compartir la clase con personas que no me temían (como temen los cristianos a Dios) sino que (esa era mi única exigencia) me tuteaban. Si venía a mano, intercalaba divertidos chistes para lo que me daba buena maña. Hacía cosas que nadie hizo antes; como informar a los alumnos que me llamaban por teléfono de sus notas de examen antes de que salieran las calificaciones; o colocar en el tablón de anuncios la lista de los recomendados y recomendantes (que os lo cuente mi querido Manolo, Presidente que fue del Colegio durante muchos años). Corregía con rigurosa justicia (a lo que se prestaba el tipo de examen) tratando por igual a los “del montón” que a los hijos de los amigos, de los compañeros o de los catedráticos. Lo que me trajo malquerencias. Pero gracias a eso, José Ángel García Rodríguez, que era hijo de un señor anónimo de Alba de Tormes sacó la matrícula de honor que se había ganado a cambio de no devolver yo (porque no se la merecía -y las matrículas no eran mías-) la que tenía “aplicada” el vástago de un catedrático que me retiró el saludo. Entenderás ahora, querido Maxi, que con tamañas extravagancias lo que me gané es la fama de “pirao” de la que todavía, gracias a Dios, disfruto. ¡Y que no mejore!

Sé sincero, ¿en algún momento te sentiste víctima del inmovilista sistema universitario?

Sí, en el mismo momento en que (en 1950) accedí a la Universidad. Pero te diré también que en ninguno de los muchos puestos de trabajo que he desempeñado en el pasado siglo me he sentido tan a gusto y fecundo como en el de profesor universitario. Entonces fui feliz. Y hoy, soy feliz donando obras de arte al alma mater que me acogió. Como lo soy al correr un estúpido velo [sí, estúpido, porque debería ser transparente] en lo que toca a los sapos que tragué a costa de lo que tú llamas sistema inmovilista. Paradójicamente, esas pequeñas miserias hicieron más brillante mi prestigio como decente.

Enemigo a ultranza de los formalismos, en los últimos años has vuelto al redil colegial, ¿por qué?

Nunca he estado en ningún redil voluntariamente. Me las arreglé para saltar las porteras. Si ahora, que tengo más tiempo, me dejo ve por el Colegio es por hacer de todo. Por claudicar un poquito ante los convencionalismos sociales de los que siempre me burlé. Aunque tal vez sea porque me divierte que me alegren la oreja quienes, hoy personajes ilustres, fueron mis alumnos.

Respondes con mucha seguridad. ¿Es que te crees muy listo?

No. No me creo muy listo; aunque sí poco tonto. He contado con muchos privilegios (negados a otros) y una gran suerte. Eso hace que me crea, si no muy listo, sí todo lo capaz que he demostrado ser en algunos aspectos de mi largo vivir. De todo lo mucho y bueno de ese vivir, lo mejor tiene un mombre: Carmina Unamuno.

¿Qué balance haces de tu vida?

Aquí me va a venir bien el tópico. He engendrado un montón de hijos, he plantado bastantes árboles (hoy segados en el solar que ocupa el Hotel Meliá Horus edificado en la parcela de la finca de mis padres) y he escrito unos cuantos libros. He ayudado a muchos que me halagan con su lealtad. Cuando, más pronto que tarde, parta a ese sitio recóndito y lejano al que no tengo razones para temer, no me iré de vacío.

¿Tu mayor satisfacción?

La que me dan mis privilegios que, paradójicamente, es la que me sume en el desasosiego cuando pienso en lo injusto del reparto.

¿Tu peor trago?

Ver a Aznar en Las Azores exultante, hinchado de protagonismo, promocionando la más injusta de las guerras (todas lo son).

Si volvieras a empezar ¿qué no repetirías?

Quizás ese empeño desaforado en repoblar la tierra. Pero sólo quizás, y no otra cosa.

¿Cómo te gustaría ser recordado?

Como un humanista que se quedó a la mitad del camino.

¿Y eso, por qué?

Pues porque, como todo el mundo sabe, especialista es el que sabe cada vez más sobre menos hasta llegar a saberlo todo sobre nada, mientras que humanista es quien sabe cada vez menos sobre más y acaba por no saber nada sobre todo.

EL DECÁLOGO

Un libro: Uno y el Universo de Ernesto Sábato

Un disco: Orfeo negro

Una película: Qué bello es vivir

Un plato: Las migas extremeñas

Un defecto: Si sólo fuera uno… te lo diría. Mis hijos dicen que me creo Dios. Pero yo pienso que se pasan.

Una virtud: La obsesión por la justicia distributiva.

Un amigo: Quisiera haberlo sido de Fernando Galán

Un enemigo: Tuve uno de fuste a quien admiraba por su capacidad y fidelidad a la Obra. Por respeto a su ausencia (estará en su cielo) callaré su nombre. Tengo muy pocos otros vivos que me dan categoría como yo se la doy al que nos dejó.

Una religión: Sólo he tenido opción a una (muy misteriosa) que me ha marcado profundamente y con la que ya me peleo cada vez menos.

Un chiste: El delicioso de la princesita y la rana."

De esta entrevista puede deducirse que el titular del blog GNOMÓNICO (un ancianito que no se para en barras) sabe bastante poco de bastante pocas cosas. Y, consciente de esa mediocridad -aunque su desparpajo indique lo contrario- enhebra estas historias y reflexiones pensando sólo en lectores de nivel cultural medio. Si algún "listo" colmado de erudición cae en la tentación de "picar", que sepa a lo que se expone. Y lo haga teniendo a mano una dosis doble de Dogmatil (el mejor antiemético).
[Nada hay que enerve más a un verdadero sabio que las pajas mentales -pura frivolidad- de los diletantes sin escrúpulos]

domingo, mayo 21, 2006

REFLEXIÓN 2

Llegar a octogenario tiene pocas ventajas. Si acaso el hecho, descarnado, de que no te has muerto [y no sé yo...] Contando con que se conserve una mente razonablemente lúcida añadida a la autonomía en el ir de acá para allá, no es manco el privilegio de viajar en la fecha que quieras (los domingos;que nohay camiones que adelantar) o el poder eludir los atascos de los desplazamientos multitudinarios de cuando los puentes.
Pero son más las desventajas; sobre todo los achaques que conlleva la longevidad. Aunque, para mí, lo peor es asistir al deterioro implacable de la belleza. Ver como criaturas acabadas, preciosas, cautivadoras en su resplandeciente juventud, se arruinan (como tú mismo) con los años hasta hacerse sombras remotas de lo que fueron.

COMPORTAMIENTOS ÉTICOS

El deseable logro no sólo del bien individual o propio de grupos, sino, sobre todo, del bien general o común, exige a las conductas que promueven tales logros el atenerse a principios éticos. Bien está lo que bien acaba, se dice. Lo que ya no está tan claro es si ese buen fin justifica el uso de medios intrínsicamente rechazables.
He aquí una controversia global, tan vieja como la humanidad, en la que cualquier acuerdo (por mínimamente consensuado que se pretenda) no deja de ser una utopía. En el meollo filosófico de dicha controversia radican cuestiones tan debatidas como la del aborto, la eutanasia, el uso de la energía atómica, la progresiva desertización del planeta, la licitud de las guerras y las revoluciones (tan ligada a la ideología de los salvapatrias y los salvafés)…etc. etc. etc.; todas ellas cuestiones universalmente trascendentes. Pero no van por ahí los tiros de mi denuncia de hoy. Hoy motivan mis reflexiones algunos escandalizadores comportamientos nacionales o locales (que he visto con mis propios ojos) para cuya explicación se alega la ética torticera del fin justificador de medios. No sólo yo; toda España ha visto en TV (en una manifestación de mayoría conservadora), cómo el ex ministro Bono se vio agredido, zarandeado, insultado y amenazado por quienes blandían sobre su cabeza lo que parecía un palo o garrote. Entre los alborotadores, el vídeo permitió identificar inequívocamente a ciertos miembros del PP cuya detención ocasional durante unas horas se siguió de la condena a prisión de los policías que los retuvieron. Y a los agresores ni una regañina. Pero, ¡Dios! ¿en qué país vivimos?... Y todavía propala Rajoy que fue una detención política…
Un sinsentido parejo, de ética dudosa (¿para cohonestar qué fin?), se ha dado en nuestra Salamanca cuando el mismo Concejo que expolia a sus legítimos dueños (en supuesto beneficio del común) las casas pegadas a la muralla, en la Avenida del Rector Esperabé, autorizó la construcción pocos metros más allá (aledaño al costado de poniente del saliente de la Casa Lis) de un inmueble inconcluso que interfiere la vista de la fachada acristalada de ésta. Aplicando distinta vara de medir a casos similares, en este se privilegia a su propietario, en contra del bien común. Las instituciones, entes inconsútiles, no tienen cara. Esa es su gran ventaja; porque, si la tuvieran, a algunas (como a la de nuestra historia) se le habría caído de vergüenza.
Desaguisado que se arrastra durante años, con insensatos cambios de criterio, es el que de nuevo se intenta perpetrar en la Plaza de los Bandos. Los que hoy rechazamos el aparcamiento somos los mismos (y con más razones) que hicimos desistir al alcalde cuando se obstinó en su primera ocurrencia. Ahora hay unos cuantos parkings más en la vecindad de la Plaza. (Casi siempre, todos vacíos). Dicen ellos que está enfermo el gran árbol. ¡Ya quisiera el cónclave municipal tener, por fuera y por dentro, la misma salud que el cedro de los Bandos! ¿Por qué intentan ahora volver al absurdo? ¿No será (como airean algunos maliciosos) que lo que subyace detrás de la maniobra es ofrecer un aparcamiento a la puerta del hotel que se piensa instalar en el edificio del grupo Curto? Porque lo dañino para el comercio del cogollo de la ciudad no es la falta de aparcamientos (que sobran) sino la apertura de El Corte Inglés en un gran solar urbano que no es privado sino de todos. Allí donde lo que se debería construir son casas de protección social. Pero claro, eso sería atentar contra los sagrados principios de la especulación del suelo a favor de quienes más tienen. [Recordad el expolio y derribo del Depósito de la Prosperidad cuando el Ayuntamiento había enajenado ya, al mejor postor, el solar anejo. Jesús Encabo tiene que acordarse…]

sábado, mayo 20, 2006

REFLEXIÓN 1

El repasar las características del lenguaje estructuralista (del que son pioneros Derrida y Saussure) me sugiere intentar la deconstrucción fractal de la gramática

miércoles, mayo 10, 2006

¡Me gustaría...!

Me gustaría dominar esta máquina infernal, sin sucumbir, como sucumbo, ante sus burlas, anonadado en la desesperanza...
Me gustaría ser capaz de eliminar de la página de presentación de este maldito blog la copia (erroneamente doblada) del documento "entendimiento de lo gnomónico", duplicada (valga la redundancia) en mis torpes manejos de principiante...
Me gustaría que si algún sabio insensato leyese este blog me enseñase a hacerlo. Le prometo, que si, con sus indicaciones, lo consigo, a la próxima le contaría el más desternillante de los chistes [que para eso si que tengo buena mano]

ENTENDIMIENTO DE LO GNOMÓNICO

VII. Entendimiento de "lo gnomónico".
De entre todos los enunciados del Diccionario de la Lengua tal vez el único que conlleva el lexema gnomónico sea patognomónico. En semiología médica, un síntoma clínico (en definitiva un signo) es "patognomónico" cuando, como dice el diccionario: "es específico de determinada enfemedad a la que caracteriza o define". Así, un síntoma es patognomónico si permite la identificación (el diagnóstico) de una enfermedad con carácter excluyente. Sólo esa enfermedad presenta tal síntoma (que excluye la posibilidad de que trate de otra).
Las anteriores consideraciones nos han inducido a proponer la razonable extensión de lo gnomónico como concepto aplicable a cualquier signo que, con carácter excluyente, posibilite la identificación inequívoca de un aspecto concreto. Aclarando, sería gnomónico, con carácter general, todo signo (cualquier dato) que fundamente el reconocimiento seguro de determinado referente: un sujeto, un autor, una fecha, un hecho, etc. etc. Dicho de otra forma, lo gnomónico permite identificar con exclusividad lo que "pertenece a..." (y sólo a...); lo que es "propio de..." (y sólo de...); lo que tipifica, caracterizaa o es propio de "algo"; es decir, lo que equivale a sentar, achacar o hacer una atribución inequívoca. Con tal criterio, se podría etiquetar de cronognomónico el dato analítico del carbono 14 que permite precisar sin margen de error la antigüedad de un fósil o de cualquier otro vestigio arqueológico.
Pero, en un orden parecido de cosas, cabría también proponer que los datos o signos gnomónicos pudieran matizarse con prefijos varios que, en vez de aludir (como en los casos anteriores) al referente que identifican, aludan a la índole del signo. O, por mejor decir, de manera que el prefijo que precede al término gnomónico tenga que ver con la índole de la imagen sígnica percibida por uno u otro de los órganos de los sentidos.
Es claro que esas imágenes sígnicas pueden captarse:
1.- como datos de forma (morphos) o configuración, perceptibles visualmente.
2.- como datos audibles, captados por el oído.
3.- como datos ósmicos, perceptibles por el olfato.
4.- como datos de configuración, reconocibles por el tacto.
De acuerdo con tal criterio, cuando algun signo encuadrable en dichos grupos permita una identificación inequívoca, tendría que ser, respectivamente, adjetivado de: morfognomónico, (un retrato fotográfico), audiognomónico (la voz inconfundible de aquellos con quienes convives), osmiognomónico (el olor sui generis de cada flor), estereognomónico (el tacto que identifica si una superficie es plana o alabeada), etc. etc.
Y cabe la posibilidad de que un mismo signo gnomónico sea matizado con prefijos diferentes, según se aplique uno u otro de los criterios antes apuntados. Dentro del campo de la Medicina, por ejemplo, el soplo sistólico que se oye auscultando la punta del corazón y que es característico de la estenosis mitral, es un signo patognomónico porque permite diagnosticar sin ningún género de dudas, la patología responsable, y audiognomónico atendiendo a su percibirse por el sentido del oído.
Son innumerables los tipos de correlación entre un signo gnomónico y el referente al que delata con carácter exclusivo. Como más frecuentes cabe anotar la correlación:
a) de autor (el grafismo de una firma, el responsable de un texto o de una obra de arte gnomónicamente significativa...etc.)
b) de causa a efecto (la percusión de la tecla "do" en el piano produce el efecto audible correspondiente a su tono.)
c) de identidad (una fotografía respecto al sujeto retratado)
d) de rasgo característico (las huellas dactilares como signo morfognomónico o el timbre de voz como audiognomónico.
La interpretación de signos gnomónicamente excluyentes es unas veces tan fácil y directa como la comprobacción de un retrato fotográfico, el reconocimiento, por teléfono, de una voz inconfundible, o la de los políticos a los que se escucha unos pocos segundos a través de la radio. Otras veces, hay que recurrir a la alta tecnología. Por ejemplo, merced a la digitalización de las imágenes de signos gnomónicos gráficos o de audio y el subsiguiente tratamiento informático, se puede identificar la autoría de pruebas manuscritas, o la de voces captadas por uno u otro de los sistemas rutinarios, con el mismo rigor con que se identifica a un delincuente analizando sus huellas dactilares, se datan hechos o datos recurriendo al análisis del carbono 14 o se excluye una paternidad investigando el A.D.N. del sospechoso. En esos como en infinidad de otros casos queda patente el valor sígnico de lo gnomónico.