Dos y dos son cuatro

Temas acerca de todo lo inentendible y lo entendible

luisatounamuna

sábado, junio 10, 2006

LA HISTORIA II

Apuntaba yo ayer algo que ya decía Pero Grullo: “la Historia la cambian o el poder constituido o las revoluciones”. Pero, revoluciones como la Norteamericana o la Francesa aportaron el sufragio universal y la llegada al poder por vía democrática [no por ese privilegio antañón, ligado a la herencia de la sangre que era la Monarquía Absoluta] Desde ellas, quienes en alternancia política cambian pacíficamente la Historia son los ciudadanos cuando deciden en el Parlamento elegido por los más [algo que los que sufren en la Oposición, si son cerrados de mollera, no aceptarán jamás] No es Zapatero (inmisericordemente escarnecido por la derecha radical) el que legisla; es la mayoría de los españoles; como lo fueron los que, legalmente, se llevaron el gato a las aguas turbias de Irak cuando gobernaba Aznar a regañadientes de los que no le votaron.
Franco fue el último dictador de nuestra Historia. Él la cambió (para bien y para mal) por su propio designio; porque él fue el adalid de quienes ganaron la guerra. Durante la contienda, tanto en los frentes como en la retaguardia, en ambos bandos se asesinó y encarceló a mansalva. Por el simple delito de pensar de modo diferente. Y la saña de la venganza se prolongó en la paz. Pero sólo los vencedores pudieron reconocer, ensalzar y dar descanso en tierra sagrada a sus muertos [yo sé muy bien donde están los míos] Y todavía figuran a la puerta de las iglesias de España las listas de los caídos por Dios y por la patria. ¿Por qué y por quién cayeron (¿dónde están?) los del bando perdedor?... Los que sin que hubieran tomado arte ni parte se vieron implicados en una lucha cainita absurda…
No hablo de oídas. Son muchas las vivencias persistentes que me asaltan cuando otros largan frívolamente acerca de lo que ignoran. No era yo más que un adolescente y no puedo olvidar la escena de la que fui testigo uno de los primeros días de la guerra en el cruce de la Rúa con la calle del Horno (hoy Felipe Espino) . Sería ya al atardecer cuando una pareja de reclutas armados, de pocos más años que yo, cacheaban a los transeúntes tras pedirles la documentación. En un momento dado, llegó al lugar un sargento con la cara desencajada y el fusil con huellas recientes de sangre. Acabo de destrozarle el cráneo de un culatazo a un rojo que se negó a enseñarme su cédula personal, dijo. Y se alejó tambaleante. Como para no acordarse…
No puedo olvidar a los relacionados con los míos que fueron “paseados” las primeras madrugadas del Alzamiento. Al alcalde Casto Prieto (anatómico como yo luego) y al concejal José Manso -que aparecieron "ficialmente" el 29 de Julio en el monte de la Orbada-, a Casimiro Paredes Mier (fusilado el 1 de Agosto en la dehesa de Valparaíso -ya en la provincia de Zamora-), al “máquinas”, al periodista José Sanchez Gomes“ (el "Timbalero”) desaparecido hacia el 25 de Diciembre, a Atilano Coco Martín, el pastor protestante que se decía (en realidad pastoer evangelista) de quien nunca más se supo… A los amigos inocentes encarcelados (los íntimos de Unamuno): Filiberto Villalobos, Godeardo Peralta, mis tíos Vicente y Enrique Santos Mirat (de la fábrica de harinas “El Sur”, cuyo padre pagó la carrera del mío, pobre de solemnidad), a su cuñado (de mis tíos) Miguel Becerro, a Manolo Vals, entonces casi un niño y, años después, entrañable amigo que decía de mí que yo era un liberal dogmático....
Por esas cosas que no se olvidan, ahora, con su razón, parte de los herederos de los republicanos asesinados reivindican la memoria histórica de los suyos. Y revuelven Roma con Santiago en su intento de hallar los restos de sus deudos. En aquella quebrada… en aquella besana… tras aquel tapial con huellas de balazos indelebles… en el revoltijo de los huesos dispersos en fosas comunes… Esta es la otra parte de la historia. ¿Cómo puede pensar nadie que no están en su derecho?