Dos y dos son cuatro

Temas acerca de todo lo inentendible y lo entendible

luisatounamuna

domingo, julio 09, 2006

EUREKISMO

Cuando Arquímedes lanzó su eureka! (lo encontré!) dio pie a la denominación de un nuevo "ismo" o movimiento artístico del siglo XX, ligado al recurso de algunos pintores y escultores a ciertos "modos informales", técnicamente más fáciles, conceptualmente más simples y, en términos generales, menos complicados que los "formales" anteriores a las vanguardias. Modos encuadrables en lo que por ello pudiera llamarse eurekismo. Se trata de un quehacer reiterativo (repetitivo en lo que atañe a temas y técnica) que representa uno de los "ismos" más rentables de la historia del arte contemporáneo. Porque aparentemente, a primera vista, es difícilmente separable del puro oportunismo en el aprovechamiento de un filón encontrado ("eureka") tras el surgir espontáneo de una feliz idea. En el eurekismo es patente la facilidad de un hacer creativo de contenido informal, frente a la morosidad en la lucha siempre nueva, distinta, infinitamente diversa y ardua con la composición, con los materiales, con los colores, con las masas moldeables o fusibles, o las piedras a desbastar por talla directa, de los pintores y/o escultores del arte de todos los tiempos.
Hasta la irrupción de las vanguardias, la pintura y escultura eran, para los artistas, menesteres difíciles cuyos logros, si cuajaban, subyugaban en una medida que poco tenía que ver con el efectismo de las obras eurekistas.
En el eurekismo, una vez brotada la feliz idea (descubierto el "filón") todo se reduce a jugar con pocos elementos, siempre los mismos elementos, combinados de forma tan poco variable, que el resultado termina limitándose a una repetición "en serie" de productos prácticamente clónicos. ¡Pero, qué asombroso efecto!
Dentro del eurekismo, los representantes que han adquirido la categoría de mito son Miró (por encima de todos), Tapies, Millares y Feito -entre los pintores- y Calder, Chillida y Gabino entre los escultores. Giacometti es un eurekista no flagrante.
En Calder es siempre el mismo equilibrio pendular, lábil y móvil, entre elementos aparentemente ingrávidos.
En Chillida son siempre las mismas robustas masas de volumen contundente, alargadas, de sección cuadrangular, alabeadas, torsionadas o dicotomizadas.
En Amadeo Gabino son siempre las mismas placas imbricadas, de bordes suavemente curvos, generalmente remachadas (o soldadas) configurando planos o poliedros idénticos a sí mismos.
En Miró es siempre el mismo mundo onírico de ingenuismo lineal, acorpóreo, carente de medias tintas, monotemático y paucicromático (utilizando siempre, muy puros, los colores básicos del parchís). El caso de Miró es una buena prueba de que el eurekismo no excluye la genialidad.
Son variaciones sobre una misma esfumatura (Zobel), sobre una misma ortolinealidad (Mondrian), sobre un mismo caos (Kandinsky) o sobre una misma burla (Tapies).
La uniformidad de los modos que se traduce en la uniformidad -en la singularidad- de los efectos logrados, permite la instantánea identificación del autor (las obras eurekistas son morfognomónicas). Y así, a cada obra eurekista le va como anillo al dedo el ingenuo dicho salmantino de "viste Frades, viste los demás lugares". Si has visto un Miró, puedes asegurar que has visto todos los infinitos clones de Miró; si has visto un Chillida, viste todos los Chillida; si has contemplado alguna vez algún Gabino, son todos los Gabinos los que viste en esa sola ojeada.